
Orígenes
La Librería Francesa de Costa Rica tiene más 40 años de difundir la literatura, tenemos un lindo espacio en Barrio Escalante; lleno de libros en francés y español.
En 1977 se asocian dos matrimonios Gilberto Dello Strollogo Lusena y Lidia Rubeo Zocchi, italianos con Ramón Mena Moya y Krinilda Licairac, dominicanos para lanzar una librería en el centro de San José alrededor de los idiomas que dominaban (Gilberto: español, italiano, francés, inglés y árabe; y Ramón: español e inglés). Consiguen un bonito localito de US$600 de alquiler mensual, hacen estanterías rústicas con US$300 y logran un primer pedido a Italia con los otros US$300. Abren la librería sin un centavo, en junio de 1977 llenando los estantes con los viejos libros de sus bibliotecas más algunos adornos de sus casas. El primer día el 17 de junio de 1977 vendieron únicamente una vieja revista Vistazo en US1.25.
Gilberto registró el nuevo nombre como "Librerías Italianas S.A., más tarde con el éxito del francés se convierte en Librería Francesa.

Años 2000
A principios de los años 2000, se traslada a Curridabat para estar cerca de los principales centros de la francofonía: la embajada de Francia, el IFAC y el Liceo Franco Costarricense. A partir del 2015, Rigel Mena Licairac toma la dirección de la empresa, con sus estudios de mercadeo y publicidad trae una nueva estructura a la librería: un grupo sólido de colaboradores, tecnología informática y una visión que hace una librería más a la francesa, dejando el concepto bazar librería que tomó fuerza en Costa Rica en los 80s y pone adelante la literatura.

La actualidad
Después de quince años Rigel pasa el relevo a su hermano menor Ramón, que en 2015 sigue con el legado familiar, se introduce la literatura en español como un eje importante, actividades literarias permanentes y se une a la nueva ola de pequeñas librerías que empiezan dar visibilidad a literatura de nicho, el librero como prescriptor y gestor cultural.
En el 2019 cambia de sede de Curridabat a Barrio Escalante, frente al parque Francia, un aire nuevo y fresco nutre a la librería en un barrio gastronómico, donde los lectores pueden vagar entre cafés y libros.